Considerada como una de las actrices con más talento de Hollywood, Natalie Portman presenta ahora «Brothers (Hermanos)», un duro drama donde da vida a la mujer de un militar desaparecido en combate
El «remake» de la famosa cinta danesa homónima que rodó Susanne Bier en 2004 está dirigido por Jim Sheridan (autor de las laureadas «Mi pie izquierdo» y «En el nombre del padre», entre otras), y en el filme Natalie Portman encarna a Grace Cahill, la compañera de Sam, un militar que regresa traumatizado por la guerra. A sus 28 años, la menuda Natalie (apenas mide 1.60 de estatura) ya se ha convertido en una auténtica, y disputada, estrella. Sin embargo, confiesa sin rodeos que «Jim no quería al principio que yo hiciera la película, pensó que era demasiado joven. Pero al final le convencí...».
–¿Con qué argumentos?
–No lo sé, en realidad, me parece que después de hablar tanto con él no le quedo más remedio que rendirse...
–¿Y cómo es Sheridan detrás de las cámaras?
–Se trata de un director increíble, el mejor que puedes tener. Está pegado a ti en cada escena, y yo creo que eso es algo importante porque los espectadores experimentan la película de manera cercana. Jim Sheridan desea conocer los sentimientos de cada uno de los personaje en todos los momentos. Y fue especialmente bueno con los niños que encarnan a mis hijos en la película, Bailee Madison y Taylor Geare.
–Ya que lo recuerda, y a pesar de su edad, curiosamente no se trata de la primera vez que da vida a una joven madre...
–En absoluto, rompí el hielo con «La fuerza del amor», y luego vinieron mis papeles en «Star Wars», «Cold Mountain», «Las hermanas Bolena»...
–¿Fue difícil para meterse en la piel de ésta?
–No, porque la mía es la más maternal del mundo y me sirvió de inspiración. Además, me entrevisté con muchas esposas de marines, ellas me brindaron numerosos detalles íntimos de sus existencias, sobre cómo es la vida diaria de estas familias y la manera en que se enfrentan a cualquier adversidad con los maridos ausentes y educando solas a sus hijos. Por ejemplo, la idea de la carta que aparece en la cinta surgió cuando una me comentó que ella y su pareja se habían escrito una que únicamente debía abrirse en caso de que no regresara... Constatar de esa manera que eres mortal me parece tremendo.
–Al cabo, «Brothers» supone un retrato íntimo de las consecuencias que provoca una guerra.
–Sí, cuenta una historia poderosa porque nosotros tendemos a creer que los conflictos bélicos están lejos, de que peleamos a millones de kilómetros, pero las familias de los soldados están aquí, para ellos la guerra es algo dolorosamente cercano.
–Sam, de hecho, regresa del frente muy enfermo...
–Sí, ya conocí ese mal en Israel, donde hombres y mujeres tienen que servir en el ejército. Creo que no hay otra sociedad donde suceda algo así. Sienten el estrés, la agresión. Yo no podría ser soldado, y tampoco enviaría a un hijo mío, pero al mismo tiempo entiendo que ciertos países no pueden estar sin ejército. Especialmente, Israel.
–En ocasiones, la película juega con la ambigüedad.
–Te refieres al momento del beso... Sin duda, aunque una caricia así, hoy, no significa nada, y mucho menos cuando se produce en las circunstancias que refleja la película. De haber pasado algo más habría sido imposible recuperarse, pero si el público perdona a los personajes la tragedia entonces se tiñe de cierta ambigüedad.
–Comparte planos con otros dos actores muy de moda, Tobey Maguire y Jake Gyllenhall.
–Son sensacionales, increíbles, y muy divertidos. A Tobey lo conocí cuando yo tenía 14 años, compartimos al mismo publicista y tenemos a un buen amigo en común. Y a Jake hace diez, cuando lo ví en su obra de teatro « This Is Our Youth in London».
–Por cierto, que ambos coinciden en afirmar que fue la más fuerte durante la realización de «Brothers»...
–No lo sé, lo que sí puedo decirte es que soy bastante impaciente. No tengo tiempo para perderlo en tonterías,cuando alguien es deshonesto o raro conmigo no les dedico ni un minuto. No me gusta y así lo expreso. Y, sin embargo, me repele discutir; al contrario, suelo ser quien pone paz entre la gente que pelea. Busco, por encima de cualquier otra cosa, que todos estén en calma, un buen ambiente.
–Ha creado su propia productora, escribe guiones... ¿La interpretación comienza a provocarle tedio?
–Estoy ocupada ahora mismo con otras cuestiones, pero eso no quiere decir que me aburra. Trato de encontrar nuevos caminos para mi creatividad. A pesar de ello, lo que realmente me apasiona es la actuación, supone el mayor reto, y cada vez que intervengo en una película desaparezco de mi vida durante tres meses. Lo que me cuesta horrores es mantener una relación, lo veo imposible. Quiero convertirme en una adulta, estoy un poco harta de vivir como una gitana, siempre de un lado para otro.
–¿Suele juzgar a los personajes que interpreta?
–No. Además, en este caso concreto confiaba en Sheridan, vi que conocía bien el material que traía entre manos y que no iba a hacer un calco de la original. Su versión se ha adaptado de manera impecable a la sociedad americana, lo que provocó que cambiaran de manera inmediata muchos elementos.
–Era, además, importante rodarla en orden cronológico.
–Claro. Porque la clave residía en que Tobey sufriera realmente esa transformación física.
–Da la impresión de que enlaza un papel con otro.
–Verdad... Me he convertido en una adicta al trabajo. Estuve un año sin pisar un set porque no encontraba nada que realmente me gustase o porque no me ofrecían lo que a mí en realidad me interesaba. Y, de pronto, me encontré con varios guiones que despertaron mi atención. Las cosas funcionan así en esta industria: o te encuentras en el paro o hilvanas una película con otra. Lo cierto es que ahora estoy cansada... (risas)
A la última
Con un elegante minivestido negro de Lanvin, Natalie Portman, poco dada a dejarse ver en público y con una vida alejada del «glamour» de los focos, no quiso perderse la ceremonia de los Oscar ni la fiesta posterior de Vanity Fair, donde fue centro de miradas y objetivos fotográficos. La actriz, de 28 años, se ha convertido en un referente en el que se miran muchas jóvenes que imitan su estilo, marcado por la sobriedad.